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Titulo: El Sueño de Imhotep
Técnica: Arte Acción
Dimensiones:
Espacial: 4m x 23m x 9m
Temporal: 21 min. Aprox.
Año: 2013


Plano de Planta:

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
    
Obras:

1) Marcel Duchamp
2) Bruce Nauman 
3) Alfredo Ramirez
4) Takashi
5) Rafael Rangel
6) Richard Serra    

 

Elementos:

a) Imhotep
b) Casco
c) Chamana
d) Shakti
e) Cuenco de Cuarzo
f) Palo de Lluvia
g) Publico / Colaboradores

 

Audio: Acústico (Voces, efecto sonoro con cuenco de cuarzo y palo de lluvia)

 
Notas:


a)    Colaboradores:

Abhner Leal                                      Melissa Peñaloza
Jhonny Rondon                                Deisy Fernandez
Franca Franchi                                 Renny “Jiddu” Barrios
Yosmaira Silva                                  Isabel García


b) Video en Apéndice.

 

Tres actores con pintura corporal, vestuario y utilería en un espacio museístico.

FUNCIONES REPRESENTATIVAS Y FUNCIONES SIMBÓLICAS

 

Tres performancistas coinciden en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas para ejecutar un ritual. Provienen de diferentes lugares, ejecutan la acción-ritual y salen hacia otro espacio indeterminado. Toda la acción significa un tránsito, un recorrido. El Viaje de Imhotep, un ser ante-diluviano con el nombre histórico del arquitecto y médico del antiguo Egipto, camina integrando en su andar la lenta caminata de los monjes zen al recorrer el Dojo, gesticulando una energía invisible en las manos a la manera del Chi Kung y el Tai Chi, uniendo dos puntos espacio-temporales en una línea recta que representa el ultimo transito del arte contemporáneo, un recorrido histórico que va desde la obra de Marcel Duchamp hasta una mujer que simboliza “El Eterno Femenino”.

 

Esta mujer, La Chamana, El Eterno Femenino, ejecuta un antiguo ritual ayurvédico para la sanación de la Atmosfera. Ella representa al Ámbito de la Diosa, el aspecto matriarcal de la humanidad. Ella camina con aire pausado, da tres vueltas rituales y se sienta, presta a recibir, mediante su invocación, un estupendo presente.

Todos los tránsitos revelan de manera no explicita la forma en que los Iniciados de las tradiciones antiguas, iniciáticas, de oriente y occidente se mueven dentro de sus templos. Así, los tránsitos no son otra cosa que una plegaria en movimiento.

 

Imhotep es el vehículo que anuncia el advenimiento de una nueva era y el fin de la sociedad patriarcal, al llevar el símbolo del arte contemporáneo en la cabeza en forma de casco-semilla y entregar todo ese poder y conocimiento en las manos de una mujer. Como si de una carrera de relevos se tratase, la entrega no es otra cosa que un paso del testigo.

 

Finalmente, una tercera perfomancista simboliza a La Shakti o El Espíritu de la Naturaleza que celebra mediante los lentos movimientos energéticos de La Palma de los Ocho Trigramas – o Ba Gua – la consumación de la entrega.

 

 

El TEXTO ICONICO

 

El Performance explora y revaloriza el sincretismo que existe en torno a la imagen y percepción de Imhotep, el arquitecto de Saqqara, la primera pirámide egipcia de la que se tiene conocimiento. Imhotep, arquitecto del faraón Djoser, médico y sacerdote, fue inmortalizado para la historia como el médico Asclepios y, sobre todo, como Hermes Trimegisto, El tres Veces Grande, por los antiguos griegos y egipcios.

 

Este performance lo trae en el tiempo al presente, al aquí y el ahora, integrándolo a los espacios del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, haciendo de él su icono central en torno al cual se desarrolla una acción bioenergética y un cúmulo de símbolos y personajes – iconos también de la energía femenina, del Ámbito de la Diosa – como lo son La Chamana, la mujer–luz que ejecuta alegóricamente el Fuego Sagrado recordándonos la magia y el ritualismo ancestral, y La Shakti, la mujer-espíritu de la naturaleza, símbolo de la Energía Vital.

 

La acción deviene en la materialización práctica de una idea que nace más allá de nuestra realidad mundana, detrás del espejo, en la pureza del plano espiritual. Esta idea funge de vehículo para el deseo creativo del artista al pasar a través del marco de su humanidad, decantándose y transformándose en lenguaje plástico, energético, maleable en el espacio y en el tiempo.

 

La obra se desarrolla más allá del marco de la humanidad del artista, para adentrarse en la otredad del espacio museístico, interviniéndolo y haciendo una reflexión en torno su interpretación y en  como éste se relaciona con el cuerpo social a través de las prácticas de lo sagrado y lo ritual. El Sueño de Imhotep nace de la investigación esotérica del artista, la cual se une a la de otros performancistas y colaboradores que como él procuran integrar el autoconocimiento practico, holístico y sanador a la creación de la obra de arte y específicamente a una obra de arte acción, e incorpora eclécticamente influencias del teatro Butoh Japonés, del Legend Lin Dance Theatre  de la China, del performancista, dramaturgo y amigo Andrea Pagnes y muy especialmente de la atmosfera de la Gran Sabana venezolana que como reminiscencia de la ancestral Pangea, aporta su tierra arcillosa y blanca para crear los tonos de la piel de este Imhotep pre-diluviano.

 

 

LA DOBLE REALIDAD ONTOLÓGICA

 

Cuando hablamos de fenotexto y genotexto, hablamos de una doble realidad en un mismo elemento: las dos caras de una misma moneda, en este caso, de una obra de arte. Cohabitan lo que se ha llamado el proceso de significación. El fenotexto es aquello que leemos explícitamente, el texto en toda su forma semántica. Pero al hablar de genotexto, hablamos de significados que están “entre líneas”, más allá del texto explicito, las claves que vibran entre las palabras y las ideas, aquello que percibimos desde la subjetividad del autor y que resuena con nuestra propia subjetividad: es una suerte de magia, no en el sentido de la prestidigitación, sino en la totalidad del sentido del misterio.

 

Ambos aspectos, lo fenotextual, lo que se lee, y lo genotextual, aquello que está detrás de lo que se lee y es su génesis, su fuente, forman una unidad y se mueven al unísono, conformando Un Todo – la obra- y permitiéndonos abordarla desde lo ontológico, más allá de si realidad física, su profundidad metafísica.

 

Como una corriente alterna, como el caduceo de Hermes, lo genotextual y lo fenotextual se mueven al unísono formando un solo lenguaje. Esta idea propone que toda obra comunica un mensaje “textual”, entre lo formal y representativo, y otro velado. Podría ser que una parte va a nuestra mente racional, - en términos que simplifican un esquema neurológico, a nuestro hemisferio izquierdo del cerebro, y otra a nuestra mente intuitiva, al hemisferio derecho.

 

Lo genotextual y lo fenotextual nos hablan más de un origen ontológico,  una génesis de la idea y una “materialización” en la obra que podemos llamar fenotexto. Las claves para identificar los valores subyacentes en lo fenotexto, desentrañando su fuente de origen,  están inicialmente en el Titulo de la obra. “El Sueño de Imhotep” en primer lugar nos habla de una dimensión paralela a la realidad mundana, un sueño, generado por el arte- acción en el mundo concreto de la institución museística. Toda la intención gira en torno a replantear la perspectiva con la cual miramos nuestro mundo concreto. Como si hubiésemos salido de la caverna de Platón y tras el duro proceso de asimilar la poderosa luz del sol, regresáramos de nuevo a la caverna, como Prometeo tras haberse robado el fuego sagrado,  para iluminar simbólicamente el laberinto de las salas subterráneas del recinto museístico.

 

Cambiar de perspectiva, la forma en que vemos las cosas, puede cambiar nuestra vida. Estamos aquí para cambiar, evolucionar. Nada en el universo está fijo: todo está en eterno movimiento y cambio. El Sueño de Imhotep demostró operar cambios en el público asistente, aunque solo sean cambios sujetos “con pinza” en una reflexión que tal vez surge en el espectador como una chispa momentánea y efímera que brilla magníficamente por unos segundos y refresca la mente, limpia el aura, antes de que esta sea nuevamente enturbiada por la corriente densa y gris de lo cotidiano. Tal vez un cambio en la percepción del tiempo, porque la acción desmonta el tiempo lineal y profano y ofrece un no-tiempo sagrado, o tal vez una nueva lectura simbólica de la relación del cuerpo, el objeto y el espacio de exhibición, o tal vez una apertura al enigma de una simbología nueva y cargada de misterio, todos estos elementos que apuntan a sensibilizar áreas internas profundas en el espectador.

 

Si bien todos estos elementos se leen como el aspecto fenotextual del performance, entre líneas, en lo geno textual, lo que el público se lleva es una profunda necesidad de cambio y revisión en torno a la percepción no solo del arte contemporáneo, sino del discurso estético, histórico, académico e institucional que el Sueño de Imhotep pretende desmontar. Desde el fondo de la acción resuena la necesidad de un cambio en la función del arte como vía de conexión con el Anima Mundi y la fuente espiritual de las cosas. Además, emana de él una crítica profunda a la sociedad patriarcal ya que representa la entrega del poder creativo, como si de una carrera de relevos se tratase, donde el hombre en la figura histórica de Imhotep, el Arquitecto de Saqqara hace entrega de ese poder a la mujer.  El aspecto genotextual, ontológico de la obra, revela una necesidad de cambio y revisión de un mundo y toda una cultura que, por suerte, en su eterno movimiento, ya ha comenzado a transitar umbrales hacia un nuevo amanecer. 

 

 

© 2016 hecho por GUSTAVO LEÓN. Orgullosamente creado con Wix.com

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